En los frecuentes análisis y
estudios, que desde distintos campos y saberes se realizan, acerca de la
democracia, tanto como objeto social, como sujeto colectivo que nos envuelve y
define, uno de los menos frecuentados por los distintos especialistas, y con
ello, menos difundido por los medios de comunicación, es el de la democracia
deliberativa. Sí bien la misma, surge como complementariedad de la democracia
representativa clásica y de acuerdo a sus más notables investigadores, induce a
un retorno a las primeras fuentes (las griegas) o nos dirige a las experiencias
democráticas más concelebradas (cantones suizos), de todas maneras, en cierta medida, va al choque o a la
confrontación con el sistema de mayorías, claro y nato, en que no pocas veces
se reduce a la democracia representativa tradicional (o incluso sus
variaciones, las que por ejemplo, destacan, promueven o avalan la confrontación
democrática, siempre por instauración de mayorías, o las que alientan, una
lógica más consensual o de relación dialéctica, que más temprano que tarde se
define en sus contradicciones por una síntesis sometida a voto). Autores como
Habermas, Rawls y Nino, son paradigmáticos de este resumen de constructivismo
epistemológico como lo llamo el jurista Argentino (file:///C:/Users/Notebook/Downloads/nino-carlos-santiago-0.pdf
), que apunta a una suerte de dotación de valores, de recarga de conceptos (con
la finalidad de que esto, transformará para bien a la sociedad), a la simple
ratificatoria estipulada por voto, obligatorio o condicionado, en la que para
muchos ha caído, por peso propio o empujada por la inoperancia de su clase
dirigente, la democracia representativa de nuestros últimos tiempos. Sin embargo y más allá de ampliar los
conceptos de tan interesante propuesta, lo más destacable, sin duda, es el
nuevo esfuerzo, por dotar a un sistema que nos tiene cautivos, encantados,
seducidos, sometidos, como abrevados y sintetizados, bajo su único poder, casi
omnímodo como omnisciente; su valor desiderativo.
Postulados, sostenidos por
fragores argumentales y por extensos campos de conceptos explicados, caerán,
finalmente, en el ámbito emocional, en donde impacta de lleno, la fuerza
contundentes de lo democrático, la expectativa que genera en todos y cada uno
de las que la vivencian, pese a que la estén padeciendo (esta es la
explicación, porque sobre sobre todo los sectores marginales, pobres y desahuciados
no demuestren su rechazo a lo que objetiva como diariamente los perjudica como
lo democrático) tiene como única razón que la democracia en definitiva es ni
más ni menos que una cuestión de fe, un dogma que se defiende más que con el
corazón, con el deseo (promovido, tal vez, psicológicamente por una pulsión de
vida) de que todo vaya bien o mejor.
Sin embargo, la democracia
deliberativa, que acusa a los que no abonan en tales consideraciones, en
condenarla a cierta indiferencia comunicacional como académica, merecería ser
aún más desarrollada, por quiénes se dedican a trabajarla o estudiarla:
“La visión de democracia
deliberativa que promulgamos, la que en parte se construye a partir de Habermas
y se complementa con la doctrina de Nino, se define como el conjunto de
axiomas, principios y reglas que rigen y delinean el proceso por medio del cual
un grupo de personas libres, iguales y racionales participan de manera
imparcial en la toma colectiva de las decisiones que habrán de afectarles,
previo el desarrollo de un proceso argumentativo llevado a cabo en un foro
público institucionalizado o no, provisto de una adecuada y suficiente
información y limitado por un marco temporal no definitivo...La democracia deliberativa
necesita para su funcionamiento de la participación activa de todos los
ciudadanos en la toma de las decisiones que habrán de afectarles; sin embargo
difiere de esta forma de democracia en que la participación ciudadana es un
elemento necesario, más no suficiente para su puesta en marcha. De tal manera,
que es imprescindible para la democracia deliberativa que el ciudadano no
solamente manifieste su voluntad mediante el voto directo, el referéndum o la
revocatoria del mandato, sino que exprese públicamente y con anterioridad al
momento de la toma de decisiones, los motivos por los cuales adopta una
determinada decisión política, argumentando concienzudamente frente a los demás
conciudadanos y replicando a las justificaciones dadas por los otros en un foro
público al que asiste en condiciones de libertad e igualdad…La democracia
deliberativa, se encamina también a tornar más deliberativos y racionales los
espacios institucionales para la toma de decisiones, como propugna por crear
nuevos escenarios para la discusión y el debate, al tiempo que pretende
sustentar la toma de decisiones gubernamentales en las necesidades y soluciones
surgidas a partir de las deliberaciones adelantadas de manera no institucional
por los ciudadanos colectivamente organizados” (Yebrail, Haddad Linero, La
democracia deliberativa. Perspectiva crítica).
Carlos Santiago Nino, parte de
dos supuestos, en donde uno, el correcto o el indicado, es según el autor de
donde debe partir la democracia deliberativa, para construirla desde tal base.
Existen dos tipos de teorías
democráticas: La primera es donde los intereses de las personas son
inalterables y la democracia tiene como función una solución al conflicto de
intereses. La regla de la mayoría juega el papel de sacrificar (en el nombre de
la solución de conflictos) los intereses personales. En la segunda de las teorías, y la correcta o
acertada es que los intereses de las personas pueden ser transformados y la
función de la democracia es transformar dichos intereses con base en valores
morales o principios justificatorios últimos.
La regla de la mayoría no sacrifica sino que transforma los intereses.
Las críticas que se realizan a la
dimensión de la democracia deliberativa, están en sintonía, a la confrontación
o complementariedad, de la que precisamente surge esta, es decir, que le responden,
desde una continuidad dialógica en el supuesto debate dado acerca de las
posibilidades de lo democrático, aceptando o tomando el postulado o la objeción
planteada por lo deliberativo.
Veamos sino la siguiente crítica
expresada ya en los propios términos que de desprenden del título del autor
Julio Montero “La concepción de la democracia deliberativa de C. Nino: ¿Populismo
moral o elitismo epistemológico?”: El rasgo que comparten todas las
concepciones de la democracia deliberativa desarrolladas en los últimos años es
el de rechazar la idea de que la vida política se reduce a una mera
confrontación entre grupos rivales que persiguen intereses facciosos o
sectoriales y el de sostener la necesidad de alcanzar el punto de vista del
bien común mediante un debate público en el que todos los ciudadanos tengan el
mismo derecho de exponer y defender propuestas surgidas de sus propias
necesidades. Puesto que este ideal político requiere que todos los ciudadanos
dispongan de las condiciones necesarias para hacer valer sus puntos de vista en
pie de igualdad, quienes defienden una concepción de la democracia deliberativa
se enfrentan a un serio dilema que puede formularse de este modo: por un lado,
en una democracia deliberativa la totalidad de las normas públicas deben ser
resultado de una deliberación entre personas iguales orientada a establecer el
bien común, pero, por el otro, para que esta deliberación tenga lugar es
necesaria la existencia previa de ciertos derechos que regulen la relación
entre los ciudadanos, al menos en los aspectos concernientes al debate
democrático. Dicho con otras palabras, el problema es que, si en una democracia
deliberativa una norma sólo adquiere validez luego de un debate público
razonado en el que la totalidad de las cuestiones estén abiertas a la
discusión, no se puede explicar la legitimidad de los derechos sobre los que
supuestamente se sostiene la deliberación democrática (file:///C:/Users/Notebook/Downloads/la-concepcin-de-la-democracia-deliberativa-de-c-nino--populismo-moral-o-elitismo-epistemolgico-0.pdf
)
La democracia, sin embargo, sólo puede
ser entendida en los términos expresados como deseo, defendida como una
cuestión de fe y sacralizada en su versatilidad de que asimila todo en cuanto
lo rechaza. Referencia y diferencia, unicidad y multiplicidad, la inversión de
lo metodológico de lo general a lo particular y todo y cada uno de los axiomas,
como de las razones fundadas como infundadas que se quieran proponer, caerán
rendidas ante la noción desiderativa de lo democrático.
La democracia es expectativa. La
democracia no puede ser plenamente concretada, dado que en tal caso se
transformaría automáticamente, en un absolutismo totalitario. En nuestra
modernidad, el sujeto de la democracia, es el individuo. Así ocurre desde la composición
de los contratos sociales, que unificaron todas y cada una de las expectativas
de los suscribientes (expresando medularmente lo filosófico, saldando la aporía
de lo uno y lo múltiple) en una voluntad mayor o estado, que mediante una
representatividad, administra o ejerce ese poder que ha sido previamente
legado. Extendiendo y más luego, renovando las expectativas, cada cierto
tiempo, llamando a sufragio, a elecciones, a todos y cada uno de los
contratistas, para que elijan a quiénes lo representen en la administración de
esa cesión de derechos cívicos y políticos.
La democracia debe fundamentarse,
o estar fundada, en la condición estadística en la que se circunscriba el
individuo. Esto es, asumir la realidad para a partir de ella construir la
expectativa que es su razón de ser. De lo contrario, en caso de continuar,
generando expectativas ante la mera convocatoria de elecciones, para renovar
representantes, la legitimidad del sistema siempre estará riesgosamente en
cuestión, pudiendo alguna vez, un grupo de hombres considerar el retorno a
algún tipo de absolutismo.
La sujeción de lo democrático a
la condición en la que este sumido una determinada cantidad de hombres,
garantizará que la expectativa que por regla natural es su razón de ser, no sea
siempre una abstracción, sino que este supeditada a un resultado, a un
determinado logro, concreto y específico.
Lo democrático no perdería su
razón dinámica de generar expectativas, pero la misma no nadaría en el inmenso
océano de la abstracción. Al disponer como eje representativo de lo
democrático, como sujeto histórico, a la condición en la que está sumido el
hombre, y no a su nominalidad estaríamos logrando una modificación sustancial e
inusitada. Sin embargo, todo el andamiaje político continuaría con sus estructuras,
sea partidocráticas, representadas por el sujeto político. Que deberán eso sí,
plantear a la comunidad que pretenden representar, las formas y maneras, de
cómo lograran el cometido que les impele la nueva definición de la democracia,
es decir bajo qué proyectos y propuestas, lograrán reducir el número de pobres
(tal como eje principal) en sus respectivas comunidades, para subsiguientemente
proponer en todos y cada uno de los campos, en que el colectivo ciudadano, vea
o considere amenazada, su plan de vida (básicamente sus derechos humanos, a
educarse, trabajar, divertirse), sus planteos que serán sometidos a la
consideración pública en elecciones, tal como hasta ahora, pero con una
modificación nodal y sustancial, que es la planteada de cambiar el sujeto de lo
democrático, instaurar el voto compensatorio (http://www.editorialrove.com/index.php/biblioteca-menu/no-ficcion/ensayos-menu/1045-redefinicion-del-contrato-social-voto-compensatorio
) y gestar la democracia desiderativa.
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