La filosofía como
creación. La definición conceptual de filosofía ha sido inquietud de diversos
filósofos a lo largo de la historia, dejando como resultado innumerables
concepciones en diferentes contextos y épocas. Cada concepción permite darle un
enfoque de acuerdo a la definición que se tenga, no existe una respuesta única
y una definición exacta de lo que es filosofía, cada filósofo la caracteriza de
acuerdo a sus presupuestos teóricos; es por ello que uno de los principales
debates y discusiones tradicionales del ámbito filosófico es su definición. Es
pertinente dedicar un espacio para conceptualizar el término filosofía. Para el
presente trabajo se asume la perspectiva de Deleuze y Guattari (1993), quienes
afirman que “la filosofía es el arte de formar, de inventar, de fabricar
conceptos […] crear conceptos siempre nuevos, tal es el objeto de la filosofía.
El concepto remite al filósofo como aquel que lo tiene en potencia, o que tiene
su poder a su competencia, porque tiene que ser creado” (pp. 8 - 11) Es decir,
la tarea del filósofo es examinar, validar o invalidar los conceptos, pero su
labor no termina allí, también es crear sus propios conceptos e innovar en la
creación de éstos, establecer un sistema para analizar su tiempo y su cultura;
por medio del concepto se analizan los acontecimientos. El filósofo no sólo se
ocupa del pensar y del entendimiento, sino también de los aspectos de las
diversas dimensiones del ser humano.
La filosofía no es
estática, por el contrario es dinámica, se dedica a los problemas que son
necesariamente cambiantes de acuerdo a la época y contexto, siendo la filosofía
por medio de la creación de conceptos una actividad vital cercana al mundo,
pues los conceptos no se tienen como un objeto de colección obsoleto sino que
sirven en un aquí y un ahora.
La filosofía por medio
de la creación de conceptos se conecta con lo creativo, lo sensible y lo
crítico: con lo creativo ya que la creación es la dimensión de un pensar
diferente, pues se edifican conceptos que traen consigo nuevas y diversas
posibilidades de ver el mundo; con lo sensible porque desde la creación del
concepto se piensan los problemas tangibles los cuales deben ser percibidos a
partir de lo vivo, de lo exterior, y se requiere sensibilidad para responder a
ellos; con lo crítico ya que por medio de la definición existe una mirada para
observar el mundo, preguntarse por él, analizarlo, y encontrar parámetros para
relacionarse con la vida. El concepto es para el filósofo como el lienzo para
el artista o la melodía para el músico, el filósofo se expresa en el concepto,
es su obra de arte, es su quehacer.
La creación de
conceptos articula y crea conexiones con otros conceptos que se convierten en
absoluto y al mismo tiempo en relativo; intenta ser universal, ser un todo y,
simultáneamente, hace parte de lo particular, de lo fragmentado, de una
historia. La filosofía como creación de conceptos busca encontrar nuevas
maneras de pensar que conducen a nuevas maneras de relacionarse, ver, entender
y escuchar el mundo. Con ello se generan encuentros para vivir otras
experiencias. La creación de conceptos permite la crítica y al mismo tiempo la
creatividad, es decir:“Los filósofos se pueden clasificar en edificadores
(creadores) y sísmicos (críticos); en los dos casos los conceptos se convierten
en movimiento y vehiculizan la creación y la crítica; la creación deviene de la
crítica y la crítica deviene de la creación” (Pulido-Cortés, 2009, p. 96)-La
creación de conceptos se convierte en una nueva posibilidad, un acto particular
y no una designación que limita la sensibilidad y la experiencia propia, no es
un concepto dado, tampoco se impone, sino que es el reflejo de un
acontecimiento. “Los conceptos no nos están esperando hechos y acabados, como
cuerpos celestes. No hay firmamento para los conceptos. Hay que inventarlos,
fabricarlos o más bien crearlos, y nada serían sin la firma de quienes los
crean” (Deleuze & Guattari, 1997, p. 11). El concepto no está hecho sino
que es una invención del filósofo que se conecta con la realidad, una experiencia
que convierte los conceptos en temporales y no en universales, es así como los
conceptos no son dogmáticos, ni una imposición. La filosofía se encuentra con
la creación, pues este encuentro permite construir nuevos pensamientos que
fabrican el concepto para repensar constantemente los acontecimientos del mundo
(Por Liliana Andrea Mariño Díaz).
En Paraguay, expresión
acabada de lo más auténtico de lo latinoamericano, según cuenta la leyenda y
atestigua la historia que no cede en el presente el “Ñandutí” no sólo es una
peculiar técnica de tejido, sino que la misma, se imbrico, es un resultante de
la complexión, del sincretismo de la cultura de dos mundos que no en tantas
oportunidades, generaron o devinieron en estas maravillas a observar y que nos
observan.
Aquí empieza la relación,
íntima entre filosofía y ñandutí. No solo que ambas prácticas, o ejercicios, se
producen como tales, producto del maridaje cultural citado, sino que toman
características específicas, ni bien se consustancian con lo que, desde estas
tierras podemos pensar, para luego tejer, con palabras eso que pensamos, es
decir filosofando desde nuestro lugar en el mundo, tal como la tejedora lo hace
en referencia a la araña que dejo estampado su paso entre árboles, sin
preocuparse en ser vista o no por el fenómeno humano.
Este es el punto de
partida que presentamos no sólo para indagar la posibilidad de una filosofía
latinoamericana, como ya la vienen trabajando con símbolos tomados de nuestra madre
tierra, como el colibrí tal como en Europa se tomó a la Lechuza para vincularla
con la filosofía, y por intermedio de métodos como el analéctico profesados por
enormes como Dussel o Cerutti, sino que, la urdiembre con la que se nos
presenta la supervivencia del “Ñandutí” nos habla a las claras, que debe ser el
blasón, el punto de partida de como sostener lo democrático, por intermedio de
ese tejer, en este caso, palabra y logos.
Tal como saben, los del
arte del tejido que se referencia en el producido de la araña, tras la guerra
grande, que Paraguay padeció, rescató o logró que sobreviviera, una de las
tantas que hasta entonces, conocía los misterios del Ñandutí.
La oclusión de la
política, que es la guerra, la supresión del logos, por poco fulmina el tejer,
no solo hilados, sino también palabras, es decir, lo político mismo como tal.
Debemos quiénes nos
dedicamos a lo teórico, como lo práctico, tanto de la filosofía como de la
política, tener o aumentar nuestros saberes en el hilar.
El Ñandutí es un punto de
partida obligado para los que pretendemos pensar lo político y a partir de
ello, crear o construir un tejido social que tal como el de la araña, sea sólido como dinámico, y de un alto valor
estético como cultural por su concepción justa y ecuánime.
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