23.6.15

Extracto de la Democracia Incierta (Razones de la necesaria reconfiguración democrática desde la opción por el pobre)

La pobreza, la marginalidad y todo lo que genera la exclusión (falta de educación, problemas con adicciones, etc) vendría a ser como la esclavitud moderna, es decir condición necesaria del gobierno del pueblo, así como los Griegos, idearon la democracia en las polis con ciudadanos con menos de cinco mil habitantes y un sinfín de esclavos, la versión moderna de nuestra democracia, sostiene la esclavitud, con una realidad aún más cruel que la del tipo encadenado y azotado a latigazos, más no así su imagen, a la que nadie presta atención, o a la que ya nos hemos acostumbrado (asentamientos, pisos de tierra, techos abiertos, panzas llenas de aire, mugre en las narices y en los cabellos, pies descalzos y rostros simiescos) a la que cada cierto tiempo, el de las elecciones, aquellos elegidos (los políticos), van, saludan, le llevan un bolso de comida, una ayuda, un beneficio, un instante de ciudadanía, para que en ese breve pasaje humanizante, estos lo convaliden con el voto que les brinda las prerrogativas a los políticos, ya transformados en la casta superior.
Somos pocos, los que leemos, los que entendemos, los que hemos tenido el raro privilegio de escaparle a la esclavitud señala, a la pobreza estructural que no nos hubiera permitido alimentarnos y con ello nos hubiese dificultado el desarrollo neuronal. Como si esto fuera poco, y para los pocos que entramos en esa segunda fase, las estructuras creadas para convencernos que el gobierno del pueblo es el elixir de los dioses, son más que efectivas y condicionantes. La educación, la religión y el trabajo, son las tres patas de una mesa que alinea, determina y somete, cualquier tipo de espiritualidad, o libre pensamiento, que se atreva a discutir esto mismo. En caso de que el ánimo del irreverente no sea controlado, la penalidad del encarcelamiento, la locura o la marginación, le esperaran al preso, loco o al imbécil. La medicina es la etapa final, o mejor dicho la antimedicina y su asociación con el desarrollo de lo técnico, le aguarda al rebelde con la guadaña afilada, de propinarle, mediante la excusa del stress y demás argucias de índole medicinal, un infarto, un cáncer o un derrame cerebral. 
Escaparle a todas estas fases, debe ser un milagro, proveniente de alguien mucho más justo y ecuánime del que llaman Dios, y lo menos que se merece es una nota, como la presente, como para dejar testimonio que estas excepciones existen, para confirmar la regla
Pero todo es en definitiva cultural, como lo dijimos y quiénes comprendamos esto, debemos obrar no contra hombres, ni nombres, sino contra un sistema, que produce en serie a aquellos y en cantidades industriales a quiénes le temen a estos, la ecuación es fácil, no será posible convencer a la gran mayoría en tiempo acotado, sino más bien en tiempo prudencial, a quiénes están signados a ser popes por el sistema, es a ellos a quienes le debemos dirigir nuestras canciones y loas más efectivas para lograr cambios que se impongan y sean perdurables en el tiempo.
Y porque no desconocemos que los textos son diálogos en el tiempo, deseamos finalizar de la manera más sensata para lo filosófico, que es el reinado de la pregunta, dirigida a quiénes pueden detentar un circunstancial poder, para que las puedan responder en la magnificencia de sus soledades o en la grandiosidad de sus actos públicos.
Ni siquiera el tiempo te pertenece; porque le podes ganar otra batalla circunstancial a la adicción que te perpetra en el poder, corrompiendo la esencia de lo democrático y de la institucionalidad, por más que tengas a la norma electoral, amparándote, cobijándote, escondiéndote, como el pantalón de tu patrón, ese que te puso y te dio entidad política, social y económica; como te decía, puede que le arrebates a la ciudadanía unos buenos sueldos más, de los jugosos, estrafalarios y suculentos honorarios que te pertenecen por representarlo, pero vos, cada cierre de lista, tenes el Jesús en la boca, la respiración entrecortada, tu vida y por ende tu muerte, pende de esa lapicera, al que le imploras hasta la indignidad que te vuelva a signar, que te brinde la felicidad, ficticia y fugaz de seguir siendo alguien por un puñado de años más.

Para Solicitar presentaciones del texto: franciscotgc@hotmail.com

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